El Sacerdote celebrante puede aplicar u ofrecer a Dios cada celebración de la Santa Misa por intenciones particulares: tanto por los vivos, como por la salvación eterna de los difuntos (cf. Código de Derecho Canónico, c. 901; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1371, 958, 1689, 1032, passim).
En cada celebración de la Eucaristía se actualiza sacramentalmente el sacrificio de Cristo en la cruz, su muerte y resurrección, que, en el Espíritu Santo, se ofrece a Dios Padre por la salvación del mundo.
Todo cristiano puede encargar al Sacerdote que aplique la Misa por una determinada intención particular.
Quienes deseen que se aplique la Misa por su intención lo han de comunicar en la Sacristía de la Parroquia.
Por los vivos
Se puede, por tanto, aplicar la Misa por los vivos: para pedir al Señor por cualquier necesidad propia o ajena (por otra persona o personas); también se puede y se debe aplicar la Misa en acción de gracias a Dios, por los beneficios que de Él recibimos. Hay quienes, además, al encargar una intención de Misa, lo hacen queriendo que se tenga en cuenta la intercesión de la Santísima Virgen María (incluso en alguna de sus advocaciones), o la intercesión de algún Santo (a quienes tienen particular devoción).
Por los difuntos
Asimismo, se puede y se debe aplicar la Misa por los difuntos: pueden necesitar nuestra ayuda si, al morir, necesitan de purificación antes de poder entrar en la Visión de Dios. La promesa recibida de Dios en el Bautismo conduce al cristiano a participar en la Vida eterna junto a Dios, a entrar en la comunión de su amor, de su paz, de su descanso y de su alegría por toda la eternidad. Sin embargo, las consecuencias de los propios pecados pueden hacer necesaria una previa purificación tras la muerte, en la situación transitoria del «Purgatorio», antes de poder entrar definitivamente en el Cielo.
Nunca sabemos la situación de cada uno en particular. Por eso, la Iglesia, con amor de madre, confía a todos los difuntos, y a cada uno en particular, a la misericordia de Dios, intercediendo ante Él por ellos: con su oración incesante, y, sobre todo, ofreciendo el sacrificio redentor de su Hijo en la Eucaristía, para que sus frutos les alcancen a ellos en la situación en la que se encuentren. He aquí parte del maravilloso misterio de la «Comunión de los Santos».
Es necesario rezar por la salvación eterna de los hermanos difuntos. Podemos ofrecer por ellos a Dios algún sacrificio, limosnas, tratar de obtener el don de la Indulgencia para ello. Sin duda, lo mejor que podemos hacer por nuestros familiares difuntos (¡la mayor obra de caridad que podemos hacer!) es rezar a Dios por ellos, y, sobre todo, aplicar u ofrecer la Santa Misa al Señor por ellos.
Misa exequial. Es la Misa que se aplica por un hermano difunto el día de su entierro. A veces se realiza en el tanatorio en el que ha tenido lugar el velatorio, y los sacerdotes de la Parroquia están disponibles para ir allí. Pero es mucho mejor cuando se realiza en la propia Parroquia: es en el seno de la comunidad parroquial donde nacemos a la Vida eterna el día de nuestro Bautismo; es aquí donde desarrollamos nuestra vida sacramental, el lugar de la celebración de la fe, el lugar desde donde Dios acompaña el devenir de nuestra vida en la totalidad de su misterio; y, así también, la Parroquia debe ser el lugar desde donde se nos despida y se nos confíe a la misericordia de Dios en la celebración de las exequias. Toda Parroquia está disponible para celebrar el entierro de sus feligreses. Así también, nuestra Parroquia de San Nicolás está igualmente disponible para abrazar a los suyos en la celebración del paso de la muerte a la Vida, sea el día que sea.
Misa Funeral. Es costumbre también aplicar la Misa funeral por cada difunto, en torno a los ocho días desde su fallecimiento, previo encargo por parte de la familia.
Misas Gregorianas. Se trata de una importante, hermosa y antiquísima tradición que surge a partir del Papa San Gregorio Magno (años 540-604), de ahí el nombre de «gregorianas». Él narra en una obra suya titulada Diálogos (IV, 55: PL 77, 420-421) cómo encargó un tricenario de Misas por la salvación eterna de un monje difunto, y, tras celebrar la número 30 y última, tuvo la visión de que su alma salía liberada del Purgatorio hacia el Cielo. Esta tradición consiste, por tanto, en aplicar 30 Misas por un difunto, que se celebran en días sucesivos y sin interrupción. Las familias suelen encargar estas «Misas Gregorianas» no mucho tiempo después del fallecimiento de su familiar, y se celebran durante 30 días consecutivos, ininterrumpidamente.
Aniversario. También se aplica la «Misa funeral» en el primer aniversario del fallecimiento de un difunto. Las familias no se descuidan en encargarlo; así como también encargan la Misa cotidiana en sucesivos aniversarios.
Mensual o fija. Es la forma —por así decir— más cómoda o más práctica de asegurar que se aplique la Misa de forma habitual por uno o por varios difuntos. Hay muchas familias que así lo hacen, y así se despreocupan de estar pendientes de hacer el encargo en cada ocasión. Se trata de encargar que se aplique la Misa por uno o por varios difuntos en un día fijo de cada mes (las familias a veces eligen incluso el día del fallecimiento del difunto), y ya en la Parroquia nos responsabilizamos de que ese día, de manera fija todos los meses, se aplique la Misa por la intención encargada, sin necesidad de que la familia tenga que volver a recordarlo. También se puede encargar la aplicación de una Misa “mensual o fija” con intención por los vivos (por una necesidad, o en acción de gracias por beneficios recibidos, etc.). Ésta es la mejor forma de asegurar que se aplique la Misa de forma habitual por una intención determinada.
Cotidiana. Siempre que se quiera y se desee se puede encargar la aplicación de la Misa (diaria, o cotidiana) por una intención particular: tanto por los vivos como por los difuntos.
Para encargar cualquier intención por la que se quiera que el Sacerdote celebrante aplique la Misa sólo hay que avisarlo en la Sacristía de la Parroquia.
Casos particulares
A veces hay personas que, bien por falta de familiares directos, o bien por cualquier otra causa, piensan que, tras su propio fallecimiento, quizás no tengan quienes encarguen la celebración de la Santa Misa por su propia salvación, y quieren asegurar ellos mismos, ya en vida, la aplicación de Misas por ellos, una vez hayan fallecido (en número de Misas que ellos mismos determinan). Quienes deseen proceder así, y dejar esto previsto ya en vida, pueden acercarse a la Parroquia, donde se les informará de cómo pueden hacerlo.